Derribando infamias ...el olvido es una rama transversa.
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miércoles, 8 de septiembre de 2010

CUANDO CALLAMOS. (Fotografía: Alina Sardiña)


“…Ahora comprendo en total
este silencio mortal
ángel que pasa
besa y te abraza
ángel para un
final..” (Silvio R.)

A: Lenin…

Igor
Cuanta sed. Recuerdo haber visto alguna vez este cartel cuyas letras golpean mi cien como las teclas de la vieja Densmore. “Vamos bien”. Eso creía. No culpo a los días, ni a las avenidas interminables, ni siquiera a la cara del maldito que me miraba desde la apoltronada silla en la sede del partido. Las ratas envidian el olor a petroleo. ( Pense). El camello pasará pronto, el calor de la Habana es calcáreo y picante. Esta mujer que observa con clemencia mis labios agrietados, me regala un peso para llegar. -“De noche todos los gatos son pardos”-, me dijiste después de colarme entre los invitados. -Mañana me voy. Te dije. Recuerdo que solo mirábamos el mar y aquella costa con sus 500 millas. 

martes, 2 de marzo de 2010

Una Temporada en el Infierno


He pensado en comprarme zapatos aeronáuticos, con alguna plataforma que aisle el calor y mantenga mis pies hidratados. Por estos días las cremas estan carísimas, los callos en las plantas y la resequedad en los talones constituyen la principal causa de muerte en el país. Según los noticieros miles de personas caén heridas por lesiones graves, escoriasiones y quemaduras de primer grado en rodillas y tobillos. A mi me pasa algo como extraño, cada vez que camino al medio día por las calles del trabajo a mi casa. Veo el cielo encapotado, de un gris triste y terriblemente ceniciento, de pronto como oleadas de aire embotellado llega hasta mí el tufo a humedad, a tierra mojada, a lluvia. Pero en cada pisada siento la calentura del piso, tan igual de gris y moribundo que el cielo. Camino rápido, siento que se me empiezan a dormir las plantas de los pies. En las televisoras y radios varios expertos aseguran que la terrible ola de calor que nos azota, se debe a los cambios atmosféricos causados por un fenómeno meteorológico. A mi lado la llama del incendio casi llega a tocar la cola del gato que camina haciendo piruetas por el borde de la pared del estacionamiento. Siento un calor humedo que me adormece y poco a poco como en trance comienzo a subir las escaleras de los siete pisos que dan al apartamento. Una vez dentró tengo la sensación de haberme convertido en un trozo de carne al horno. Corró al baño. No hay agua. Prendo el ventilador, las aspas dejan escapar rafagas calientes que levemente mueven las sabanas de la cama. Duermo, en cada capítulo de mis pesadillas olas gigantes inundan ciudades, las escaleras de viejos edificios caén al abrirse la tierra en grandes capas, por cuyas hendijas se observan ríos de lava volcánica, y las risotadas del azúfre van nutriendo los tuetanos de la tierra. Me volteó, la almohada humeda por el sudor se resbala hasta el suelo y la punta de un libro va dejando en mi cara cicatrices lineales. Tomo el libro entre mis manos y antes de colocarlo al lado de la mesa de noche leo el título: "La divina Comedia". Creo que quizás a Dante no le hubiese gustado pasar ninguna temporada en este pequeño infierno. No se si se está mejor adentro o afuera, pienso. Recojo la almohada y me vuelvo a dormir.

lunes, 18 de enero de 2010

Haití


Mucho antes de que ocurriera el desastre natural que hoy convierte a Haití en un pueblo fantasma, desde hace mucho tiempo atrás, ya yo pensaba en Haití. Por la estrecha calle de un barrio caraqueño, los veía pasar, con sus camisas brillantes, de imitación de seda, casi siempre de colores vivos. En el boulevard las grandes y corpulentas negras con sus pañuelos enroscados en la cabeza vendían mangos, guayabas, peras y manzanas. Nos veían con ojos de pescadillo y sonreían mostrando sus blancos dientes. Cuando Alí Primera cantaba en una de sus canciones que Haití era un lugar poblado por la noche, yo me imaginaba miles de luciérnagas iluminándoles las madrugadas. Porque como me habían dicho que eran tan pobres, y que vivían hacinados en nuestros barrios porque en su país no tenían ni donde dormir, entonces yo creía que también carecían de velas, y de alumbrado eléctrico, y que se vestían tan elegantes porque aquí con sus carritos de frutas, si tenían dinero para poder vestirse. Los haitianos poblaron mi mundo desde la infancia, eran los desplazados de una época, es decir de todas las épocas. Desde aquella vez en el liceo cuando un profesor de historia nos contó que Haití fue el primer país en independizarse, y que por ende su coraje inspiró a Bolívar y a otros próceres latinoamericanos.  Comencé por entender que Haití es un país en rebelión constante, cuyos habitantes conservan tanto el físico como el temple de sus antiguos pobladores, es por ello que para dominarlo han tenido que utilizar la fuerza bruta y la ayuda de los imperios. Reprimiendo, derrocando, engendrando dictaduras, postulando monstruos. Ya después, a principios de este año 2010, luego de casi treinta años, he comenzado también a creer que Haití es un país abandonado por los dioses, que la naturaleza es el Bokor mayor, que ha zombificado a todo un pueblo para exterminar el dolor, el hambre, la locura y la soledad.
 
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